jueves, 6 de agosto de 2009

La bala

Todo comienza cuando Mary sale despedida. El fuerte estruendo en sus oídos le dice que su velocidad supera la del sonido en esos momentos. Pum! Y fuera… El viento deformando sus facciones, su expresión asombrada. Inconscientemente, Mary pega sus brazos al tronco, lo vió en el circo, cuando asistía a la súbita aparición del hombre bala en el escenario, saliendo de la boca de un cañón. “Se hace así”, piensa ella también a la velocidad del sonido. Pero tampoco puede hacer otra cosa aunque lo intente, tanta es la velocidad. Sobrevuela campos de algodón, de trigo, interminables llanuras y suaves colinas. Al fondo, pero cada vez más cerca, se extiende la gran explanada, un octógono casi perfecto, brillante como una piedra preciosa. El campo de cristales… “Espero no caer allí” y se da un impulso imperceptible, esconde la cabeza para ganar aerodinámica y cierra los ojos para desafiar con todas sus fuerzas la ley de la gravedad, que le empieza a devolver hacia abajo, abajo, abajo… Me dicen que despegue los brazos y me coja a una nube. Así lo haré!

lunes, 3 de agosto de 2009

Días extraños

Días extraños se avecinan. La incertidumbre, el miedo, casi pánico irracional... unido a la falta de expectativas convierten los tiempos que se avecinan en un monstruo feroz, con sus fauces abiertas y sus colmillos puntiagudos listos para el festín. La selección natural ha empezado y los débiles no sobrevivirán a los próximos meses. Una especie más en extinción. Mientras, ajenos a la tragedia que se avecina, absortos nos miramos el ombligo.
El ombligo. Sí…, nos miramos el ombligo porque nos reconforta. El ombligo, ahora una mueca grotesca, una cicatriz retorcida, fue en un principio un nexo con la vida. A través de él, nos llegó en su día el alimento, la sangre que fluía por nuestras arterias y órganos todavía sin formar, y abrió paso al ADN que nos hace ser tal y como somos ahora. Y ahora volvemos a él, autocompadeciéndonos y complaciéndonos al mismo tiempo de nosotros mismos, de nuestros logros y miserias. Creo firmemente que deberíamos volver la mirada al exterior, aunque no entendamos nada de lo que sucede a nuestro alrededor. Es sólo cuestión de hacer un esfuerzo de comprensión y todo será más fácil.