jueves, 21 de octubre de 2010

Zapat...illas

Es otoño pero parece invierno. Por el frío, por el cielo gris, por la neblina de la mañana… Tras el catárquico día de ayer aquí, allí, éste se presentaba perfecto para la reflexión. Y en esas estaba yo, pensando-pensando en la remodelación del Gobierno de Zapatero… cuando me he topado con la foto de unas zapatillas. Han resultado ser de Bernard Madoff. Junto a otros 400 objetos personales, estas primorosas pantuflas de terciopelo negro, con sus iniciales bordadas en oro, se subastarán el lunes en el hotel Sheraton de Manhattan. ¿Y por qué no en Ebay?

No debían resultar muy cómodas: son estrechas de punta y parecen demasiado tiesas para adaptarse al pie de un hombre de su complexión. O no pasaba mucho tiempo en casa o eran simplemente un fetiche de sus juegos eróticos con el poder. Pienso en el magnate asiático que las adquirirá en la subasta a través del móvil. Pagará por ellas, pero siempre serán de Madoff, que hizo bordar sus iniciales en el empeine. Se sabrá qué pie calzaba el gran estafador y, una vez metido en sus zapatos, el nuevo propietario correrá el riesgo de sentirse poseído por una avaricia ilimitada. Pienso en que esas zapatillas, que debieron hacer feliz a Madoff aunque no fueran muy cómodas, no deben ser muy diferentes de las que gastan nuestros banqueros patrios en la intimidad de sus alcobas.

   Pienso en un reciente estudio que vuelve a la carga con que la felicidad poco o nada tiene que ver con el éxito profesional. Todo un detalle para cuatro millones de personas estas noticias pintorescas en las páginas de los diarios. Pienso, luego insisto, en que el éxito económico sí que da la felicidad, dependiendo, eso sí, de la calidad que se pretenda, porque la felicidad también se suministra en cómodos plazos con distintas calidades y precios. Pienso que Madoff, que dice sentirse feliz ahora, debe echar de menos estas zapatillas desde su celda del correccional Butner en Carolina del Norte.