
En este cementerio de elefantes nos numeran, nos forman en nuevas habilidades, nos deforman con porcentajes y nos conforman con promesas. Nos facilitan la renovación de la demanda de empleo por Internet para ganar tiempo y atender así a nuevas partículas desprendidas de la centrifugadora. No gustan de tumultos ni de murmullos. Así también evitan que veamos reflejado en otras miradas nuestro propio fracaso y el suyo. Sería contraproducente.
Paro. Tras la visita al departamento de recursos (pocos) humanos (ninguno), la vida queda congelada en un fotograma tembloroso, desenfocado, en el mismo momento en que resbalas por el muro tras ser despedido a escobazos en una curva del tren de la bruja de esta feria de los horrores. Hay personas que también se sienten parte infinitesimal de la estadística. Pero por ellas no se encienden las alarmas porque se apean del tren en marcha sin hacer ruido. Apenas un golpe contra el muro. Uno más. Una menos.