La nada que todo lo invade ha crecido de forma exponencial y se ha multiplicado con cada mentira, con cada mirada esquiva, con cada ladear de cabeza que enseñaba la otra mejilla, la del desinterés. Todo empezó muy lejos de aquí. Nació como una insignificante mota de polvo y bastó con una leve desviación de la mirada hacia nuestro ombligo para alimentarla. Lo llaman criterio de proximidad.
Alentada por el vacío, la ignorancia y el olvido, la nada se hizo cada vez más grande, creó un ejército silencioso de ninguneos y empezó a andar mientras su volumen seguía creciendo. Ahora, la nada lo invade todo también aquí y ya es imposible volver la vista como hacíamos antes. Sólo nos queda un ridículo muñón en el centro del tronco, justo unos centímetros por debajo de la nada.
La primera información que tuvimos fue en televisión, primero en blanco y negro y luego en color. Dentro de poco, podremos verla en tres dimensiones y nuestro comedor se poblará de unos muertos por hambre junto a nosotros en el sofá, un atentado suicida sobre el aparador, unos expatriados sobre la mesa de centro, una protesta entre las patas de las sillas, ataques puntuales en la cocina,... Nadie nos asegura que cambiando de canal, la nada se vaya a ir. Porque, ahora que lo invade todo, puede que se sienta cómoda entre nosotros y se quede durante un tiempo.
65 y coleando
Hace 4 años