Sólo la idea ya fue una buena noticia. Ante tanta perspectiva desoladora, decidimos emprender una aventura periodística. Doble riesgo, no sólo por la dificultad de poner en marcha una empresa con el añadido de que funcione, sino porque el objetivo era inundar nuestras páginas de buenas noticias. Estábamos seguros de que existían, los viejos del lugar las recordaban, así que sólo era cuestión de ponerse manos a la obra. Hasta ahora, la audiencia, el lector, nuestro futuro público, se abatía ante sus ordenadores y luchaba contra las páginas de los diarios en los días de viento para encontrarse, tras el esfuerzo, con otro titular deprimente.
Trabajamos duro. Buscamos por todas partes y, al poco, nuestra pequeña redacción se inundó de buenas noticias, tantas que dejamos de imprimirlas. No queríamos que nuestro positivo espíritu acabara de cuajo con la campaña de los mil millones de árboles de Naciones Unidas ni negar a nuestros nietos un futuro sin mascarillas. Seguimos criterios estrictamente periodísticos para hacer la criba. Proximidad, notoriedad, actualidad, interés mayoritario, exclusividad, cantidad de personas afectadas e interés y curiosidad humana. El conflicto, uno de los criterios principales, no nos servía, y en nuestras papeleras de reciclaje cada día estallaban guerras, se producían terremotos y golpes de Estado, se destapaban corruptelas... Buenas noticias en mano, empezamos a contrastarlas en pos de la veracidad y la diversidad de enfoques…
Ahora, mi compañero de aventuras trabaja en el departamento de comunicación de una importante entidad financiera que ofrece una hipoteca creciente, en la que no empiezas a pagar hasta el primer año. Consiguió lo que buscaba, porque su bandeja de salida en dirección a los medios está repleta de buenas noticias para su empresa. Yo, por mi parte, me he ido a vivir a un anuncio publicitario, donde atravieso laderas idílicas, bosques nevados, grandes urbes y cascos antiguos siempre desiertos al volante de un coche de gama alta ¡siempre limpio! Mi familia es maravillosa y siempre aparcamos el coche en la puerta de casa. Al menos, desde la pantalla, no engaño y apenas contamino el paisaje informativo.
65 y coleando
Hace 4 años