Los presupuestos para 2011 se han saldado con el primer estornudo de la estación. Seguramente he desarrollado un mecanismo aleatorio de alergia a la confusión. Aunque nada como una buena sacudida a 160 kilómetros por hora para expulsar del organismo números y porcentajes, grandes cifras para la historia en definitiva que ensalzan la miseria y la austeridad a paradigmas de la recuperación.
El estornudo es un acto reflejo, un mecanismo de defensa del aparato respiratorio causado por la irritación de las membranas mucosas de la nariz o la garganta. A efectos prácticos ocurre que cuando llega a nuestras cavidades olfativas el inconfundible, por conocido, olor a chamusquina o nos resistimos a tragar según qué, nos empezamos a ahogar y el organismo responde con un imprevisto y contundente estornudo, alegando defensa propia.
Imposible mantener los ojos abiertos al estornudar: los nervios que controlan la nariz y los ojos están conectados y el estímulo en uno de ellos incide de forma directa en el otro. Esto explicaría por qué, cuando vemos según qué cosas, estornudamos sin remisión, ya de puros nervios. Yo ya he empezado.