Extraño septiembre éste, a medio gas con la resaca todavía reciente de las vacaciones. Un septiembre enquistado en ese bajo tono muscular propio de sociedades opulentas que abandonaron la lucha hace tiempo.
Cientos de carteles anunciaron el desastre, que se extendía como un clamor por todas y cada una de sus arterias. Sólo había que leerlos, pero se hizo sin convicción, tan acostumbrados como estamos a la desgracia ajena (la propia siempre nos pilla de improviso). Se alquila, Se vende, Liquidación por cierre, Oferta de stocks en el interior, Volvemos a las cinco, disculpen las molestias, Compramos oro..., mensajes en una botella de vino rancio en ciudades al borde del cierre definitivo por defunción.
Ahora, la sociedad de la opulencia, sin tensión apenas, es vapuleada por el anabolizado mercado feroz que mantiene su musculatura más desarrollada que antes si cabe. En su lento despertar, la fondona sociedad en que nos hemos convertido se ve obligada a rebuscar en su egoteca una tabla de ejercicios que le haga recuperar el vigor antes de que se distorsione la postura del esqueleto y provoque extrañas desviaciones articulares. Ahora que está claro que competimos en peso pluma, sólo hay que tensar lo que queda de la musculatura y concentrarse en no tirar la toalla antes de que empiece el asalto.
65 y coleando
Hace 4 años