Carros de combate emblemáticos, piedras energéticas, casas de muñecas, dinosaurios en fascículos, coches de metal en miniatura, reclamos de la naturaleza (absurdos artilugios de madera para imitar pájaros)… Septiembre entra en los quioscos plagado de sucedáneos estereotipados de lo real. Fetichistas, compradores compulsivos o simples amantes de la ilusión comienzan curso en septiembre, pero siguen la rutina pautada de otros años. Tras la convicción de que ésta será la definitiva, lo más probable es que la colección acabe en el fondo de un cajón suficientemente profundo o, en el mejor de los casos, atrayendo polvo estático en una estantería.
Desde hoy y hasta el próximo miércoles, los grandes coleccionistas de “Billetes del Mundo” se dan cita en la sede de Naciones Unidas, territorio neutral en el que podrán verse las más envidiables colecciones de papel. Bajo el eufemismo Objetivos de Desarrollo del Milenio, los grandes líderes mundiales podrán cambiar sus cromos repes por concesiones para explotación de recursos o edificantes contratos de quienes todavía tienen su colección a medio empezar. Éstos, a su vez, igual tienen la oportunidad de conseguir algún cromo más con los que ir salpicando los cuadros vacíos de sus desteñidos álbumes. Esta Babel de intereses y cromos, en la que las voces metálicas e impersonales de traductores oficiales sustituyen lo natural, se ubica en unos terrenos adquiridos por uno de los mayores coleccionistas de estos cromos del mundo, John D. Rockefeller quien, posteriormente y en su descargo, los donó a la ciudad para que otros pudieran también tener una colección.
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65 y coleando
Hace 4 años