En días como hoy, cuando el enemigo se ha atrincherado en la boca del estómago, prefiero callar y que sigan hablando otros, aunque sean los de siempre. Sus voces, de tanto oídas, ya son casi como de la familia y glosan el desastre presente y futuro con profusión de datos para que lo entendamos todo muy bien y luego no haya derecho a reclamación. En días así, es reconfortante abrir velas y dejarse mecer por este viento todavía cálido de otoño, aunque sea en un mar denso de mentiras piadosas. Al fondo, me parece ver la silueta del Titanic acercándose a los grandes bancos de hielo de Terranova.
65 y coleando
Hace 4 años