Patera cerca de las costas de Tarifa (Foto: Efe) |
Hace dos años, en Washington, Bush obvió a España de la agenda de esta cita internacional. Entonces, Sarkozy, el francés charmant de amplia proyección internacional, cedió a España uno de los dos asientos que le correspondían, como presidente de turno de la Unión Europea, miembro del G-8 y buen vecino.
España, escasamente productiva y cada vez menos industrializada, va rezagada en competitividad a nivel internacional y lleva años excluida de los párrafos centrales, y recluida a los márgenes en anotaciones de última hora, en las invitaciones de estas fastuosas citas. Industrializados e influentes quizás no, pero agradecidos lo somos y mucho. Ahora Sarkozy expulsa a los gitanos rumanos de sus fronteras y se enfrenta al tótem comunitario, y España, memoria histórica en ristre, apoya y aplaude. Todo sea por un asiento junto a los grandes y para no tener que llegar en patera a las costas de los anfitriones más influyentes.