No olvides el aspecto que tendrán tu sombrero y tus zapatos cuando no se te pueda encontrar en ninguna parte”.
(Extracto de China, de Bob Perelman)
Año 2060. El humo gris de las fábricas cierra el cielo y los habitantes de las llanuras infinitas han perdido la noción del tiempo. Cientos de millones de hombres y mujeres se desplazan cada día arriba y abajo gracias a un metódico engranaje logístico de trenes de levitación magnética que avanzan despavoridos. Ojos rasgados y voces metálicas democratizan el horror a través de las rejillas de las máscaras.
El mundo conocido como occidental había internacionalizado sus centros de producción. La deslocalización, ya se sabe. Las empresas huyeron de mercados interiores empobrecidos y empezaron a ser prósperas. Pero, sin empresas, los habitantes quedaron sin empleo, se acabó el dinero público porque ya no había impuestos que recaudar y llegaron el hambre y las enfermedades. Y con ellas las revueltas, cada vez más violentas y desesperadas.

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