Apenas hace unas horas que ha entrado el verano, pero no se nota. Un aire gélido barre las aceras, despeina los árboles y erosiona las almas, siempre tan sensibles a los agentes externos. En el país de las sombras, la luz de este sol es blanca y fría como la nieve y ciega los ojos, impidiendo ver más allá. Aquí, caminando sobre tierras movedizas, caminos inacabados y puentes derruídos que no llevan a ningún sitio, las sombras se vuelven grotescas y su silueta se pierde si alcanza el alquitrán. Al país de las sombras no ha llegado todavía el verano. Igual ya nunca volverá a ser verano en este país de sombras...
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